• La italiana Mara Girardi se siente más que satisfecha de haber permanecido trabajando en
    Nicaragua desde hace 19 años. Esta feminista, izquierdista, agnóstica, ha sido coordinadora de proyectos italianos y ha dedicado sus tres últimos años a un proyecto educativo étnico en el Caribe, lo que la identifica como una cooperante polifacética.

Gustavo Ortega Campos [email protected]

Hablar con una italiana, filósofa, feminista y sobre todo muy elocuente, no se logra todos los días, a eso hay que sumarle que en este caso el porte de una mujer que nunca pasa desapercibida. Una persona que definitivamente no aparenta su edad y no se inmuta en lo más mínimo al responder: 51 años.

Mara Girardi, accedió a esta entrevista desde que se le planteó, hace unos seis meses, pero fue hasta la semana pasada que logró sentarse frente a la grabadora a quien le tuvo mucho menos miedo que a la cámara fotográfica.

Su apariencia vincula espontáneamente el toque alternativo y hippie con el garbo de una modelo de pasarela, una mezcla que la hace peculiar. Ya se dice nica, pues llegó hace 18 años como cooperante internacional y ahora está a sólo semanas de irse para emprender nuevos planes en México.

Pocas veces se ha logrado conocer con franqueza, en voz de un cooperante, su percepción de la ayuda que brindan a los países, algo que Girardi no escatimó en señalar durante esta conversación que sin saberlo, duró un poco más de dos horas.

—¿Cuáles son sus raíces?

—Por haber nacido al sur de Italia yo digo que soy de África del Norte, considero que la parte donde nací corresponde al sur del mundo, mientras que Italia del norte es Europa, es parte de la historia de mi país de formación reciente donde ha habido una anexión por parte del norte en situación de ventaja con un sur que estaba en desventaja.

—Se le percibe con cierta molestia por esta situación que usted muestra como antagónica…

—Es que esto ha sido la raíz para las elecciones que he hecho en mi vida, me he identificado con los del sur del mundo porque de alguna manera esta contraposición me ha empujado en mi manera de actuar y pensar.

—¿Y cómo vino a parar a Nicaragua?

—Te voy a decir la verdad, en los años ochenta había estado muy cerca del exilio chileno, había estado muy cerca de los procesos de independencia de los países africanos y de los procesos de exilio en América Latina, en esos años surgió el nuevo modelo de Nicaragua y en Italia hubo un movimiento de solidaridad y formé parte de él, primero vine a conocer durante dos años seguidos y en 1985 decidí venir para hacer una experiencia de integracion aquí.

Inicialmente vine a un trabajo cualquiera que había conseguido en Italia en el que duré dos meses, luego empecé a trabajar en la coordinación de organismos no gubernamentales (ONG) italianos.

—¿Una especie de comisario?

—En ese tiempo empecé apoyando al coordinador y luego, cuando él se fue me quedé a cargo, aquí trabajé 11 años en la coordinacion de un grupo de ONG que al final fue separándose, entonces decidí meterme en algo más específico y en 1997 empecé a trabajar en un proyecto de apoyo al movimiento de mujeres centroamericano.

Al concluir me trasladé donde estoy ahora y a punto de terminar un proyecto de apoyo a la educación intercultural bilingüe en la costa Caribe.

—Después de 19 años en Nicaragua ¿cómo percibe la transición de la cooperación internacional?, usted ha visto pasar a tres gobiernos y en cada momento el tratamiento ha sido diferente…

—Es difícil contestar así de una manera blanca y negra, lo que te voy a decir desde la perspectiva de las ONG siempre ha habido momentos en que existen incomprensiones, porque todo gobierno con el mejor afán de guiar el desarrollo del país trata de centralizar el control de los recursos, por eso ha habido momentos de tensión muy fuertes…

—¿Alguno ha sido particularmente fuerte?

—A inicios de los noventa, con la transición fue dramática entre los gobiernos, y la cooperación de alguna manera, incluyendo las ONG, se han tenido que venir reorientando en el cambio de contexto.

También sucedió en 1996… al iniciar el período de cada gobierno existía cierta dosis de desconfianza hacia las ONG internacionales. Yo diría que en los años ochenta trabajamos muy bien, pero con altos y bajos igual nos hemos desarrollado en los noventa y después del 2000, ahora quizás se nota una mayor tendencia de controlar el flujo de los recursos externos, pero siempre se ha logrado hacer entender a los gobiernos que nuestro trabajo es diferente a la cooperación oficial porque la razón de ser de las ONG extranjeras es ser expresiones de la sociedad civil de nuestros países.

—Al final ¿qué pretenden en los países donde se instalan?, porque a veces se les critica hasta de injerencistas…

—Lo que buscamos es crear lazos con la sociedad civil de los países y creo que al final siempre se ha logrado entendimiento.

—En los 19 años que usted tiene de vivir en Nicaragua, este país ha recibido miles de millones de dólares en cooperación internacional pero persisten los niveles de pobreza, y hablo de la ayuda en general no sólo de las ONG…

—Yo creo que hay dos problemas, hay cuestiones estructurales de fondo, del ordenamiento del mundo, entre el Norte y el Sur, que hacen que cualquier plan contra la pobreza termina siendo un fracaso, mientras se permita que el Banco Mundial, el FMI (Fondo Monetario Internacional), la Organización Mundial del Comercio (OMC), dicten las políticas económicas de un país y los gobiernos las aceptan, de alguna manera es ilusorio luchar contra la pobreza porque no se lucha contra las causas estructurales que la provocan…

—¿Como cuáles?

—Aquí ya no se habla de la seguridad alimentaria, porque este problema no se resuelve con algo puntual desde el punto de vista productivo, es más bien un problema de soberanía nacional… si no se resuelven las desigualdades, la inequidad profunda dentro de cada sociedad pues no se van a obtener resultados concretos, se podrá tener algun paliativo, mejorar la situación de un grupo, pero no se podrá revertir la tendencia general…

—Habló de dos problemas, ¿cuál es el otro?

—(Risas) Siento que en tu pregunta estás insinuando qué pienso de la administracion (de los recursos) que ha habido y yo considero, y con esto no quiero meterme a problemas… la corrupción existe en todo el mundo, han habido (en Nicaragua) escándalos muy sonados en cuanto al manejo de los bancos, el uso de los recursos de cooperación, eso lo conocen mejor ustedes que yo, es un hecho efectivo que a veces se han malgastado fondos provenientes de la cooperación internacional, ha habido abusos en términos de corrupción y cuando se dice corrupción es robo.

Lo que quiero subrayar es que es un problema que comparten muchos países, la corrupción está en la agenda mundial y no sólo en Nicaragua.

—¿Corrupción son megasalarios?

—Luchar contra los megasalarios en el Gobierno es bueno, eso da una imagen de un nuevo estilo de trabajo, una nueva concepción del Estado y de la administración pública que podría tener repercusión en todos los niveles del país, pero repito, el problema es más de fondo y está en las desigualdades sociales que son muy profundas y tienden a profundizarse porque los modelos neoliberales tienden a formar a más sectores marginales y a excluir a amplios sectores del crecimiento económico.

—Generalmente la labor de las ONG internacionales se ha focalizado en zonas específicas, ¿por qué no se masifican esos resultados a otras zonas, será que el Gobierno no se interesa por la labor de ustedes?

—Esto no es siempre así, todo lo que se ha experimentado a nivel de las ONG, incluyendo las nacionales, han construido experiencias que han dado pautas que de alguna manera son retomadas por el Gobierno. Un ejemplo concreto son las Comisarías de la Mujer, que han surgido por presión del movimiento de mujeres. Yo sí creo que es posible la relación entre gobierno y sociedad civil.

—En los últimos años ha trabajado directamente con las comunidades del Caribe en un programa educativo, ¿qué la empujó a esto?

—Es que yo soy un ejemplo vivo de la carencia de aprendizaje del idioma natal, no hablo nada de napolitano y eso me molesta, y en la Costa Caribe de Nicaragua hay tantos dialectos que bien pueden ser resguardados y rescatados.

Ahora estamos trabajando, desde hace tres años, en el proyecto de educación intercultural bilingüe, un tema que surgió desde los años ochenta, que se ha venido ampliando y desarrollando, es un ejemplo también de las propuestas que surgen de la sociedad civil y se transforma en política pública.

Éste es un modelo educativo surgido en los años 70 en el movimiento indígena de América Latina para responder a sus necesidades educativas y hay experiencias en Ecuador, Perú y Bolivia.

—En dos palabras dígame cómo encontró a Nicaragua y cómo la deja, después de 19 años…

—La encontré entre esperanza y construcción y ahora la dejo con desesperanza y lucha. El pueblo de Nicaragua tiene la capacidad de construir siempre, pero la desesperanza se manifiesta en la lucha de la sobrevivencia. El pueblo nicaragüense tiene una vitalidad extraordinaria y en ese sentido no siento cambios.

—¿Qué piensa de la globalización?

—Es exclusión, prefiero este concepto (exclusión) al de pobreza porque es muy simplista.

UNA OJEADA

Nació cerca de Nápoles, al sur de Italia, hace 51 años.

Salió de su pueblo natal a los 13 años.

A los 16 años se trasladó a vivir en Roma, salió de allá a los 32 y se trasladó a Nicaragua, país que dejará en noviembre para residir en México.

Asegura que le tocó hacer filas en los ochenta para comprar pan y leche. “A pesar de tener dólares no había qué comprar”.

Es agnóstica.

Su compañero de vida es mexicano.

No tiene hijos, “porque fue mi elección en un 97 por ciento… no me siento menos mujer por no ser madre”.

Feminista y coqueta

Mara Girardi acepta sin tapujos que defiende el feminismo, una corriente que según ella ha dado enormes aportes al desarrollo económico.

“El enfoque feminista ha introducido un nueva categoría de análisis social y una nueva forma de concebir las ciencias”.

Asegura que la palabra feminismo se ha “satanizado” porque se han creado muchos prejuicios alrededor de esta corriente.

“El feminismo aporta al desarrollo económico porque trata de determinar el aporte real de las mujeres a la economía del país”.

Ella no acepta que el feminismo tenga un estereotipo ligado al aspecto de las practicantes de esta corriente con un indiscutible aspecto varonil. “En el movimiento feminista hay mujeres bellas”.

Al ser preguntada si es coqueta, respondió que “si ser coqueta es estar preocupada por el aspecto personal, las feministas lo somos más porque defendemos nuestra autoestima”.

En este sentido considera que los hombres también pueden ser coquetos, “¿y por qué no?, todos los seres humanos tenemos que tener una buena relación con nuestro cuerpo, aceptarnos y tratar de vernos bien porque eso nos gratifica”.

Girardi porta permanentemente aretes, collares y anillos que nunca pasan desapercibidos, algo que la hacen muy original.