El mundo admiraba a España porque era un conjunto admirable. A través de una sorprendente mezcla de precisión, armonía y elegancia, soportada por una eficiencia sin comparación, el equipo ibérico revolucionó el futbol y se ubicó en la cúspide.

Sin embargo, después de ser derrotado ayer 2-0 por Chile, se reencontró con su pasado más tenebroso, en el cual el éxito de Sudáfrica en el 2010 es su punto más luminoso, en medio de múltiples tropezones a través de su paso por los Mundiales.

No fue una buena manera de despedirse de la gloria. Se ha ido por la puerta trasera, con la magia desvanecida, el carácter entredicho y el orgullo pisoteado por su propia incompetencia, mientras Chile crecía a través de un partido de voltaje elevado.

UNA GENERACIÓN DE ORO

El equipo que comenzó a delinear Luis Aragones, y que alcanzó la cima de Europa en el 2008, fue afinado aún más por Vicente del Bosque, y se trepó a la cima del mundo en Sudáfrica, con la mejor generación de talentos que ha producido España.

Xavi Hernández, Andrés Iniesta, Sergio Ramos y David Villa, junto con Iker Casillas, se pusieron a la cabeza de un grupo que hizo de la posesión, del toque constante y del pase entrelíneas, su carta de presentación y su arma más contundente.

Pero a pesar de su brillantez, son humanos y han envejecido, mientras el proceso de renovación se ha llevado a cabo muy lentamente, al tiempo que sus adversarios le han encontrado la vuelta a un sistema que necesita presentar variantes en cada torneo para fortalecerse.

CHILE FUE AGRESIVO

En esa circunstancia, un Chile desbordado, firme en su defensa y con un ataque efectivo, de transiciones rápidas, que avanzó sin pausas a una victoria que capturó con justicia. Vargas y Aránguiz dieron las estocadas que arrodillaron a España.

Chile fue agresivo, ordenado en sus líneas y remató sin vacilar cuando debía, a la vez que su portero crecía en medio del peligro, mientras España se volvía un remedo del equipo que sedujo hace cuatro años, cuando ideas y piernas iban al mismo ritmo.

España permanecerá en la memoria, porque su grandeza no puede ser borrada ni por una caída tan penosa.

Ver en la versión impresa las páginas: 2 D