Rivas, la ciudad naranja
Los gritos dentro del Estadio Yamil Ríos Ugarte suenan como eco en todas las esquinas de Rivas. El termostato alcanzó el pico del éxtasis. Esta ciudad se vistió de naranja y con un desborde esquizofrénico los aficionados sintieron el rocío de la alegría. Una boletería obsoleta desde horas tempranas, filas perpetuas por sentir un pie dentro de la única distracción entre las jaquecas de lidiar con el desempleo, la pobreza y la construcción del Canal.
Esta es Rivas cuando se canta el Play Ball, los mangos aceleran su producción, las calles son desérticas y como un embutido que tiene el ritmo del deporte rey del país, las personas se aglutinan en una hermandad de espejismo. Anoche la directiva decidió colocar a la venta 4,500 boletos, divididos en 2,000 en home plate y 2,500 en el popular palco, pero en medio de la oferta y la demanda, la demanda de un pueblo que tenía dormido una semana mientras esperaba el clasificado a la final fu excesiva. El Yamil Ríos Ugarte llenó sus grietas y empezó a bombear su corazón.
En el primer partido de la serie final, debutó la mascota del equipo sueño. Gigantón ahora es el símbolo de un trabuco, su mentor dentro del cuerpo esponjoso en forma de mango es Gustavo Reyes, un payaso popular rivense de 31 años mejor, conocido como Fifí por sus shows en cumpleaños. La figura de color amarillo y cabeza ovalada se convirtió en el alma de los rivenses en el coloso.
Un equipo llamado Gigantes de Rivas, el cual ha hecho del triunfo una definición de tal suerte que nadie entre la gente concebía jamás la posibilidad de una derrota, se llevó varias distinciones al inicio del partido, durante la premiación de los mejores jugadores de la temporada regular.
Cada vez que nombraban a sus centinelas del deporte con distinciones como Ramón Flores y Yurendell De Caster era como un alimento para los galillos del público. La fuerza propulsora de un país llamada sociedad tuvo un entremés, la ciudad naranja es Rivas y su gente confortable.
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