¿Cómo puede ser?
El supervisor de Recursos Humanos preguntaba que cómo era posible que conductores con más de 20 años de experiencia estuvieran teniendo percances de tránsito en forma tan frecuente, siendo eso supuestamente un sin sentido por el hecho aparente que una larga experiencia de manejo se traduciría —en el pensamiento convencional— en un desempeño sin fallas en la conducción. Nada más equivocado.
El problema es que frecuentemente, estando dentro de una empresa, no se aprecian aquellas situaciones que son precursoras de incidentes, siendo precisamente que algunas organizaciones, de forma consciente o inconsciente, elevan el nivel de riesgo con el que sus propios conductores operan los vehículos.
En el caso que menciono, dicho supervisor buscaba “la fórmula” para que el personal conductor pudiese detener esa aparente racha de colisiones, pero los esfuerzos se concentraban simplistamente en proporcionar cualquier capacitación a dichos operadores, pero no se enfocaban —miopía organizacional— sobre otro tipo de factores contribuyentes, entre ellos:
– Horarios excesivos al volante: algunos tienen la percepción que conducir es un “trabajo suave”, exigiendo a veces jornadas de hasta 12 o más horas.
– Ausencia de políticas claras: se piensa equivocadamente que el no tener una política que señale la importancia del manejo defensivo para prevenir fatalidades viales —que hoy son la primera causa de muerte en Nicaragua— equivale a que ya hay un entendimiento pleno de su importancia en el personal.
– Carencia de un programa riguroso de capacitación: generalmente algunas empresas para dizque ahorrarse unos pesos, contratan personal capacitador que tiene deficiencias notorias de conocimiento, experiencia y método, provocando más bien en los conductores una sensación de castigo y de impotencia ante los planteamientos que solamente se enfocan en lo punitivo.
– Desprecio a las condiciones de manejo: algunas organizaciones ni siquiera se preocupan por los recorridos y destinos de su personal conductor, pensando en forma —a veces irresponsable— que da lo mismo ir a cualquier lugar, sin tomar en cuenta condiciones climáticas, tráfico, seguridad física para los conductores, entre otras situaciones riesgosas.
– Tiempos irrazonables de realización de gestiones: existen notorias omisiones en la estimación del tiempo y circunstancias en que son realizadas las asignaciones por el personal conductor, provocando una prisa operacional sin reflexión, lo cual conlleva entonces la necesaria ocurrencia de percances.
– Supervisión vía celular: esta es una de los peligros más grandes que existen. En Nicaragua, se estima que el porcentaje de colisiones viales en las cuales el celular es un factor, es como mínimo del 20 por ciento, cifra capciosamente baja si se compara con otros países (hasta 30 por ciento).
-Falta de un manual de seguridad vehicular propio de la organización, en donde estén consignadas todas las normativas internas, conductas y procedimientos, así como el sistema de consecuencias en caso de desviación.
-Permisividad marcada: ocurre cuando hay falta de supervisión prudencial del desempeño de los conductores y en especial, cuando no existe un análisis de los percances ocurridos para identificar y aprovechar lecciones aprendidas.
-Mantenimientos inadecuados: algunas organizaciones carecen de disciplina operacional para establecer un programa riguroso de mantenimiento de su flota vehicular, lo cual aumenta el vector de riesgo de manejo.
Cuando las organizaciones descubren que frecuentemente la perspectiva interna puede causar un bloqueo en la visión de las causas de las fallas operacionales, deciden que hay una conveniencia necesaria en tener como ayuda una perspectiva externa independiente que ayude a identificar esos factores causales —que el supervisor citado— tiene fallas notorias de perspectiva, que ocultan gravemente aquellas acciones correctivas que a nivel sistémico la gerencia debe accionar enérgicamente para no continuar con esas tragedias.
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